Cuatro paradisíacos lugares aledaños al olímpico Río de Janeiro

La antorcha olímpica ilumina el paraíso llamado Río de Janeiro. Deportistas y turistas serán los protagonistas de una fiesta que espera recibir a cerca de 500 mil visitas. La ciudad ofrece múltiples panoramas, pero se espera que en su mayoría estén con alta demanda, por lo que la Agencia COCHA recomienda escapadas a
increíbles lugares cercanos al templo de la samba.

ILHA GRANDE: el caribe brasileño

Ubicada a 150 kilómetros al sur de Río de Janeiro, Angra dos Reis o Bahía de los Reyes (pues fue descubierta un 6 de enero), es una ensenada compuesta por 365 islas, de las cuales la de mayor popularidad y tamaño es Ilha Grande.
El apodo de “caribe brasileño” se debe a su clima tropical, a sus paradisíacas playas, lagunas de color verde y turquesa y exuberante vegetación. Aquí abundan las actividades acuáticas, como el buceo o el esnórquel.

Sin embargo, no todas las playas son una taza de leche. Los surfistas encontrarán aquí su lugar; la isla cuenta con seis bahías que miran hacia mar abierto, propicio para olas y campeonatos nacionales e internacionales de ese deporte.

Cabe destacar que en Ilha Grande están prohibidos los autos, buses y motos. Ni siquiera hay caballos. Por eso se suele transitar por agua en botes, barcaza, lanchas, veleros o kayaks. Una buena recomendación es dejar la maleta en casa, pues la mayoría de lascalles son de tierra.

PETRÓPOLIS: la ciudad imperial

Fundada en 1843 por Pedro II, el último emperador de Brasil, Petrópolis se convertirió rápidamente en el destino de vacaciones favorito de la monarquía brasileña. De ahí su apelativo de “ciudad imperial”.

En efecto, durante el siglo XIX fueron construidas las elegantes residencias que la corte real usaba para descansar; hoy convertidas en icono y patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad. Una seguidilla de aristócratas, empresarios, intelectuales, artistas y políticos también instalaron aquí sus palacetes. Eso explica el sello europeo de su casco histórico, que además concentra el principal atractivo turístico de la ciudad: la
arquitectura.

Petrópolis queda a 68 kilómetros de Río de Janeiro, internándose selva arriba hasta alcanzar una altitud de 838 msnm (la de Santiago es de 567). Precisamente la idea de la realeza, proveniente de Portugal, era huir de las olas de calor de la costa brasileña para refugiarse en la vegetación y la ligera brisa montañera. Ahí, en la misma zona infranqueable donde hoy se encuentra el Parque Nacional Serra dos Órgãos, se levantaría esta pequeña Alemania del emperador, que además incluiría el traslado de numerosas familias teutonas, cuya gastronomía importada se impone hasta el día de hoy. Aquí, de hecho, nació la cervecería Bohemia, la primera fábrica de Brasil en producir el “oro líquido”. Y aquí, también, se firmó en 1888 la Ley Áurea, que abolió definitivamente la esclavitud en Brasil.

PARATY: una joyita colonial

Paraty, Parati o Paratii tiene una particularidad muy veneciana: como está construida a sólo metros del nivel del mar y entre dos ríos, es común que sus adoquinadas calles que datan del siglo XVII– se inunden rasamente debido a las crecidas. Pero eso es parte de su encanto (y también de su diseño).

El casco histórico de Paraty no sólo es su sello más característico, sino que además abarca casi todo el balneario, sumergiéndonos en un legendario y sereno viaje por su arquitectura colonial. Museos, residenciales, restaurantes, talleres de artistas, bares, espacios culturales y comercio de productos locales se han ido apoderando de estas viviendas, transformando a la pequeña ciudad en un gran paseo peatonal: en este perímetro de una treintena de manzanas –claramente demarcado con enormes cadenas no pueden circular vehículos a motor.

El que alguna vez fuera el principal puerto exportador de oro del país ya no despacha sus preciados doblones. Pero las embarcaciones aún abundan en Paraty, ahora en un festivo ir y venir de turistas ansiosos por recorrer la ensenada y visitar una de sus más de 60 islas o alguna playa idílica.

En sentido opuesto a la costa, los recorridos en jeep –también hay trekking y ciclismo– se pierden entre bosques, cascadas, cavernas rocosas y visitas a las fábricas de la bebida alcohólica destilada más popular de Brasil: la cachaza o cachaça, cuya producción alguna vez fue tan popular en la zona, que a este destilado se le conocía como “licor de Paraty”.

NITERÓI: mega-estructuras playeras

El puente más extenso de Latinoamérica, que mide 13 kilómetros de largo –de los cuales, 8 están levantados sobre el agua– queda en Brasil, y conecta a Río de Janeiro con Niterói, ciudades vecinas que hasta la construcción de este viaducto estaban separadas por la bahía de Guanabara.

Este puente no es la única obra ingenieril que sorprende en Niterói. Está también el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), construido por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, e inaugurado en 1996. En palabras de su propio creador, la estructura de este blanco edificio circular, ubicado a 16 metros sobre un acantilado, está inspirada en una flor, cuyos enormes ventanales ofrecen una vista privilegiada a las montañas emblemáticas de Río.

Si de miradores se trata, un destino imperdible en Niterói es el Parque da Cidade, una zona decretada como Área de Preservación Ambiental, cuya cima a 270 metros ofrece una de las panorámicas más codiciadas de Río, particularmente al atardecer (los amaneceres van en segundo lugar. ¿Y las playas? Claro que las hay. La más popular es Itacoatiara, cuyas olas son el sueño de todo surfista. No es muy larga –unos 700 metros– pero sí idílica: aguas turquesa, vegetación, peñascos y cerros, y también sectores mansos para bañarse en piscinas naturales.

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